El
director argentino, Gaspar Noé, tardó 15 años en escribir el guion
de “Enter the void” inspirada en un libro llamado “After the
life” de Rymond Moody, sobre las experiencias de la personas que
mueren y regresan a la vida y escoge referencias de “ El libro
tibetano de los muertos” bajo una filosofía sobre el viaje de las
almas, flotando, hasta que se reencarnan.
El
film se centra en Oscar un joven traficante y vendedor de drogas en
Tokio. Asesinado en un forcejeo por la policía debido a la traición
por uno de sus amigos, el alma de Oscar vaga por la ciudad tratando
de proteger a su hermana, rechaza dejar el mundo al querer cumplir la
promesa de no abandonarla.
En
toda su filmografía Gaspar Noé lo que pretende es incomodar al
espectador, en este caso, y uno de sus recursos, es utilizar
secuencias de larga duración, en mi opinión esto perjudica a la
calidad de este ya que el film tiene una duración de 160 minutos,
desconozco el razonamiento pero desde luego no se trata de la propia
incapacidad de el director para realizar los cortes.
Se
contemplan varios recursos narrativos como es el flashback,
recurriendo a sucesos pasados, en concreto su infancia y
flashforwards, en un futuro. También utiliza un recurso mediante la
perspectiva de la cámara para mostrar quien es el narrador de la
historia, posponiendo la cámara en un inicio en el interior de el
personaje de Oscar, donde podemos visualizar la visión de este y una
vez fallecido, la cámara cambia de perspectiva y se posiciona como
narrador omnisciente de todo lo que ocurre alrededor de su hermana.
Del
mismo modo, la fotografía, planos, los cambios bruscos que sufre son
una magnifica obra del director de cámara Benoît
Debie,
hoy en día, uno de los directores de cámara más codiciados
llegándose a hablar sobre el fenómeno “Iluminación Debie”.
El
trabajo que consigue en “Enter the void” es realmente
estremecedor, brillante en su totalidad, uno de los puntos clave, ya
que nos sumerge en un mundo alucinógeno, psicodélico, nos adentra
en el mundo y la mirada de Oscar, un personaje adicto a el DMT, un
psicoactivo enteógeno, que contiene los mismos componentes que la
ayahuasca, simultáneamente espiritual, genera de inmediato exóticos
patrones, colores, texturas, emociones... se habla de un viaje por el
cosmos.
Y
si a eso le sumamos una ciudad como Tokio, destacable por su
sobrecargada iluminación y colorido, aunque en este film es de
agradecer ya que aporta un colorido de una belleza indescriptible,
con un cierto parecido, sin llegar a compararse con el indiscutible e
inmejorable director de fotografía, Christopher
Doyle.
El
objetivo que pretende mostrar Gaspar Noé, puede resultar difuso e
impreciso desde sus créditos iniciales,sus numerosas provocaciones
pocos directores se han atrevido a mostrar, además de una
perspectiva sobre la concepción que ni la pornografía más
explicita es capaz de mostrar.
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